“Era uma casa muito engraçada, não tinha teto, não tinha nada... Mas era feita com pororó, era a casa de Vilaró”
Vilaró é o artista plástico, escritor, arquiteto e “fazedor de coisas” uruguaio Carlos Páez Vilaró, que faleceu no dia 24 de fevereiro de 2014, aos 90 anos, por problemas decorrentes do coração.
A casa, desenhada por ele, fica em Punta Ballena, próximo ao balneário de Punta del Leste, construída na confluência do Rio da Prata e do Oceano Atlântico. Era sua residência até então. Transformada também em museu e galeria de arte, a Casapueblo é uma das principais atrações turísticas do Uruguai.
Estive lá em janeiro, curiosa pela história e por relatos de pessoas que deram a sorte de falar pessoalmente com o dono. Mas não sabia que ele já não estava bem. Li hoje que ele tinha insuficiência cardíaca severa e que havia sido operado várias vezes do coração. Morreu em casa.
Os versos iniciais de “A Casa”, para quem não sabe, são de Vinicius de Moraes. Então embaixador do Brasil no Uruguai, Vinicius era amigo de Vilaró e presença constante na Casapueblo. Com a casa construída aos poucos, numa certa manhã ele começou a improvisar a trova infantil para agradar as filhas do artista, o que resultou na conhecida poesia e, posteriormente, na música.
Novas estruturas e cômodos foram erguidos e depois pintados de branco “para interagir com o azul do céu”, como disse Vilaró, o que lembra muito as casas de Santorini, na Grécia.
O artista morava na parte mais alta, onde funciona o hotel e o restaurante. Os mais de 70 quartos são batizados com os nomes de seus primeiros hóspedes: Pelé, Alain Delon, Brigitte Bardot, Robert de Niro, Vinicius...
Seu ateliê também funcionava ali, junto ao museu e de modo privado.
Uma curiosidade é a Casapueblo vista do alto. O conjunto da construção forma o mapa do Brasil.
Fomos conhecer a Casapueblo à tardinha, como sugerido.
Com uma visão privilegiada, acompanhamos o por do sol com a voz de Vilaró e sua "Ceremonia del Sol". Inesquecível!
"Hola
Sol …! Otra vez sin anunciarte llegas a visitarnos. Otra vez en tu
larga caminata desde el comienzo de la vida. Hola Sol…! Con tu panza
cargada de oro hirviendo para repartirlo generoso por villas y caseríos,
capillas campesinas, valles, bosques, ríos o pueblitos olvidados.Hola
Sol…! Nadie ignora que perteneces a todos, pero que prefieres dar tu
calor a los más necesitados, los que precisan de tu luz para iluminar
sus casitas de chapa, los que reciben de tí la energía para afrontar el
trabajo, los que piden a Dios que nunca les faltes, para enriquecer sus
plantíos, y lograr sus cosechas. Es que vos, Sol, sos el pan dorado de
la mesa de los pobres. Desde mis terrazas te veo llegar cada tarde como
un aro de fuego rodando a través de los años, puntual, infaltable,
animando mi filosofía desde el día que soñé con levantar Casapueblo y
puse entre las rocas mi primer ladrillo. Recuerdo que era un día
inflamado de tormenta, el mar había sustituido el azul por un color
grisáceo empavonado, en el horizonte un velero escorado afinaba el rumbo
para saltear la tempestad, el cielo se llenaba de graznidos de cuervos
en huida, la sierra se peinaba con la ventolera alborotando a la
comadreja y al conejo. Pero de golpe como un anuncio sobrenatural el
cielo se perforó y apareciste vos. Eras un sol nítido y redondo,
perfecto y delineado, puesto sobre el escenario de mi iniciación con la
fuerza sagrada de un vitreaux de iglesia. Desde ese instante sentí que
Dios habitaba en ti, que en tu fragua derretía la fe y que por medio de
tus rayos la transmitía por todos los sitios donde transitabas. Los
mismos brazos de oro que al desperezarte iluminan el cielo, al estirarse
a los costados entibian las sierras, o apuntando hacia abajo laminan el
mar.Hola Sol…! Cómo me gustaría haber compartido tu largo trayecto
regalando luz, porque a tu paso acariciaste la vida de mil pueblos,
compartiste sus alegrías y tristezas, conociste la guerra y la paz,
impulsaste la oración y el trabajo, acompañaste la libertad e hiciste
menos dura la oscuridad de los presidios. A tu paso sol, se adormecen
los lagartos, despiertan los girasoles y los gallos cacarean. Se relamen
los gatos vagabundos, los perros guitarrean, y el topo se encandila al
salir de la cueva. A tu paso sol, hay sudor en la frente del obrero y en
los cuerpos de las mujeres cobrizas que alcanzan el cántaro de la
favela. Con tus latidos conmueves el mar, das música a la siembra, la
usina y el mercado. A tu paso corrieron en estampida búfalos y
antílopes, desperezó el león, se asombró la jirafa, se deslizó la
serpiente y voló la mariposa. A tu paso cantó la calandria, despegó el
aguilucho, despertó el murciélago y emigró el albatros. Hola Sol…!
Gracias por volver a animar mi vida de artista. Porque hiciste menos
sola mi soledad. Es que me he acostumbrado a tu compañía y si no te
tengo, te busco por donde quiera que estés. Por eso te reencontré en la
Polinesia, cuando te coronaron rey de los archipiélagos de nácar y los
arrecifes dentellados de coral, o también en Africa, cuando dabas
impulso a sus revoluciones libertarias y te reflejabas en el espejo de
sus escudos tribales para inyectarles coraje. Te estoy mirando y veo que
no has cambiado, que sos el mismo sol que reverenciaron los aztecas, el
mismo de mi peregrinaje pintando por América, el que envolvió la
Amazonia misteriosa y secreta, el que me alumbró los caminos al
Machupichu sagrado del Perú, el de los valles patagónicos o los
territorios del Sioux o del comanche. El mismo sol que me llevó a
Borneo, Sumatra, Bali, las islas musicales o los quemantes arenales del
Sahara. A diferencia del relámpago que apenas proyecta en la noche
latigazos de luz, desde tu reinado planetario, tus destellos continúan
activos, permanentes. Alguna vez la travesura de las nubes oculta tu
esplendor, pero cuando ello ocurre, sabemos que estás ahí, jugando a las
escondidas. Otras veces, en cambio, te vemos sonreír cuando las
golondrinas o las gaviotas te usan de papel para escribir las frases de
su vuelo. Gracias Sol, por invadir la intimidad de mi atardecer y
zambullirte en mis aguas. Ahora serás la luz de los peces y su secreto
universo submarino. También de los fantasmas que habitan en el vientre
de los barcos hundidos en trágicos naufragios. Gracias Sol…! Por
regalarnos esta ceremonia amarilla. Gracias por dejar mis paredes
blancas impregnadas de tu fosforescencia. Entre ventoleras y borrascas,
cruzando ciclones y tempestades, lluvias o tornados, pudiste llegar
hasta aquí para irte silenciosamente frente a nuestros ojos. Porque tu
misión es partir a iluminar otros sitios. Labradores, estibadores,
pescadores te esperan en otras regiones donde la noche desaparecerá con
tu llegada. Y como respondiendo a un timbre mágico despertarás las
ciudades, irás junto a los niños a la escuela, pondrás en vuelo la
felicidad de los pájaros, llamarás a misa. A tu llegada, se animará el
andamio con sus obreros, cantarán los pregoneros en las ferias, la
orilla del río se llenará de lavanderas y entrará la alegría por la
banderola de los hospitales. Chau Sol…! Cuando en un instante te vayas
del todo, morirá la tarde. La nostalgia se apoderará de mí y la
oscuridad entrará en Casapueblo. La oscuridad, con su apetito insaciable
penetrando por debajo de mis puertas, a través de las ventanas o por
cuanta rendija encuentre para filtrarse en mi atelier, abriéndole cancha
a las mariposas nocturnas. Chau Sol…! Te quiero mucho… Cuando era niño
quería alcanzarte con mi barrilete. Ahora que soy viejo, sólo me resigno
a saludarte mientras la tarde bosteza por tu boca de mimbre. Chau Sol…!
Gracias por provocarnos una lágrima, al pensar que iluminaste también
la vida de nuestros abuelos, de nuestros padres y la de todos los seres
queridos que ya no están junto a nosotros, pero que te siguen
disfrutando desde otra altura. Adiós Sol…! Mañana te espero otra vez.
Casapueblo es tu casa, por eso todos la llaman la casa del sol. El sol
de mi vida de artista. El sol de mi soledad. Es que me siento millonario
en soles, que guardo en la alcancía del horizonte."